miércoles, 22 de octubre de 2008

¡Viva la crisis!

No hay nada como una crisis para replantearnos el momento y las circunstancias en las que nos encontramos. Antes de la crisis todo el mundo se planteaba su futuro. Ahora, en plena situación de crisis financiera, de producción, de hipotecas basura, de excesivas concesiones de créditos y de falta de fluidez en los bancos, no replanteamos nuestro presente. Los bancos piden avales a los diferentes Estados, y estos aceptan con el objeto de insuflar algo de oxigeno a las ahogadas arcas de las grandes entidades bancarias. Depósitos vacíos que deberían estar llenos del dinero que guardan los clientes, que se vuelven a llenar con el propio dinero que los ciudadanos otorgan a los Estados, con el cual deberían atender las necesidades generales de la población. Dinero público, de la ciudadanía, utilizado para sufragar los depósitos, actualmente vacíos, de la misma ciudadanía. Los bancos ahora tienen deudas con los Estados de los ciudadanos con los que antes tenían esas mismas deudas. ¡Qué bien!, dinero de la ciudadanía para paliar las deudas que los bancos tienen con la misma ciudadanía. Menos mal, todo solucionado. Ahora solo tenemos que esperar a las siguientes acciones y decisiones, de los grandes mandatarios, que nos hacen llegar a la ciudadanía a través de los medios de comunicación para saber que se están empeñando en acabar con esta crisis. Todo va bien. Con incertidumbre y esperanza, pero al menos vamos parcheando y especulando sobre las consecuencias de según que acciones contra la crisis, esperando tiempos mejores, mientras las empresas cierran, baja el consumo de productos (como la cerveza que acarreará grandes problemas en Europa, como hemos visto en clase), y sube el paro, el desencanto social y el desasosiego.

Las expectativas se positivizan o se negativizan en cuestión de días, en incluso de horas, y el bienestar de la ciudadanía y su ilusiones bailan al compás las afirmaciones de unos cuantos cuya función es la de preveer lo que va a ocurrir en el sistema financiero internacional, que indica cuando y en qué invertir, a lo que se agarran los grandes accionistas con la intención de no dar pasos en falso.


Pero las inversiones de futuro decaen, dando paso a otro tipo de preferencias, de las y los ciudadanos, más adscritas a las necesidades reales que a las necesidades creadas por el sistema capitalista. La intención de compra, por ejemplo, de una vivienda entre la ciudadanía española ha decaído en los últimos meses de forma fulgurante, dando lugar a la creación de otro pensamiento. Ahora nadie se plantea comprar una vivienda y menos tener la disposición de hipotecarse hasta las cejas y de por vida solo por cumplir el deseo que el presente sistema nos ha generado y que ahora nos demanda. El sentirse dueño de algo ya no es una preferencia, ¡por fin! Ahora nos han dicho que hay que apretarse el cinturón… pero, ¿para qué? ¿para esperar a que llegue otro momento mejor en el que invertir en un futuro en el que seamos dueños de algo, ya sea un vivienda o un coche último modelo? Rompamos con el pensamiento de las futuras “vacas gordas”, ahora las tenemos delante.

Lo positivo que nos debe otorgar esta crisis es un nuevo planteamiento del sistema económico en el que vivimos. Una restructuración social, cuya base sea el reciclaje de planteamientos, hábitos y dinámicas de consumo en el que hemos nacido o nos hemos socializado (en las últimas décadas). Esta crisis debe servir para revolucionar el sistema tanto económico como social y hacernos reflexionar sobre aquello que es realmente importante, y no volver a repetir las prácticas que nos ha llevado a la situación actual. La mala educación social y la ignorancia manipulable imperante entre las y los ciudadanos es el mejor amigo de la crisis.

Ahora es el momento de un nuevo planteamiento, y por ello ¡viva la crisis!

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