
Las expectativas se positivizan o se negativizan en cuestión de días, en incluso de horas, y el bienestar de la ciudadanía y su ilusiones bailan al compás las afirmaciones de unos cuantos cuya función es la de preveer lo que va a ocurrir en el sistema financiero internacional, que indica cuando y en qué invertir, a lo que se agarran los grandes accionistas con la intención de no dar pasos en falso.
Pero las inversiones de futuro decaen, dando paso a otro tipo de preferencias, de las y los ciudadanos, más adscritas a las necesidades reales que a las necesidades creadas por el sistema capitalista. La intención de compra, por ejemplo, de una vivienda entre la ciudadanía española ha decaído en los últimos meses de forma fulgurante, dando lugar a la creación de otro pensamiento. Ahora nadie se plantea comprar una vivienda y menos tener la disposición de hipotecarse hasta las cejas y de por vida solo por cumplir el deseo que el presente sistema nos ha generado y que ahora nos demanda. El sentirse dueño de algo ya no es una preferencia, ¡por fin! Ahora nos han dicho que hay que apretarse el cinturón… pero, ¿para qué? ¿para esperar a que llegue otro momento mejor en el que invertir en un futuro en el que seamos dueños de algo, ya sea un vivienda o un coche último modelo? Rompamos con el pensamiento de las futuras “vacas gordas”, ahora las tenemos delante.
Lo positivo que nos debe otorgar esta crisis es un nuevo planteamiento del sistema económico en el que vivimos. Una restructuración social, cuya base sea el reciclaje de planteamientos, hábitos y dinámicas de consumo en el que hemos nacido o nos hemos socializado (en las últimas décadas). Esta crisis debe servir para revolucionar el sistema tanto económico como social y hacernos reflexionar sobre aquello que es realmente importante, y no volver a repetir las prácticas que nos ha llevado a la situación actual. La mala educación social y la ignorancia manipulable imperante entre las y los ciudadanos es el mejor amigo de la crisis.
Ahora es el momento de un nuevo planteamiento, y por ello ¡viva la crisis!
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